martes, 15 de marzo de 2011

RAISE THE RED LANTERN


Hace dos meses y medio fuimos con Martín al National Center For The Performing Arts. Queríamos comprar entradas para la Ópera de Pekín. Estaban agotadas. Pudimos reconocer de la cartelera el nombre: Zhang Yimou. No dudamos ni un segundo y compramos los tickets para el 13 de marzo. Era todavía diciembre de 2010, pleno invierno. Las semanas transcurrían entre salidas a comer, paseos por la ciudad, el año nuevo chino, pero en mi cabeza, rondaba todo el tiempo ese domingo 13. Revisaba en mi agenda y contaba las semanas que faltaban para ese día. Las entradas las había guardado en un cajón, bajo siete llaves.
El día llegó. Tomamos el tren con una hora de anticipación, queríamos llegar temprano para pasear dentro del teatro. Había preparado mi cámara, tenía doble batería por si se acababa. Estaba muy nerviosa. Intuía que algo grande iba a ver. Ni bien entramos al teatro nos esperaba un muro de seguridad. Como en el aeropuerto, pasaron mi cartera por el scanner, me quitaron la cámara y pasamos por un detector de metales.
Todo mi plan macabro de sacar cuanta foto pudiera y hacer algunos videitos fue aniquilado. Me puse triste. Martín me dijo: Es mejor, así estarás totalmente dada al espectáculo, lo disfrutarás más. Y tenía razón. Entramos a una sala de exposiciones de fotos, videos, maquetas y vestuarios de los montajes que se presentan ahí. Monstruosos montajes. Ya ahí me encontraba fascinada. Luego nos dirigimos a la sala más importante, al teatro en sí. Caminamos por un pasadizo o túnel enorme y largo lleno de lámparas rojas estilo muy chino, mientras arriba nos acompañaba la laguna artificial que se ve desde afuera del teatro. Llegamos. De pronto estábamos debajo de toda esa cúpula hecha de titanio y vidrio. Nuestras cabezas se inclinaron hacia arriba para mirarla. Miramos la hora y ya era momento de entrar. Subimos tres pisos por escaleras mecánicas para llegar hasta nuestras butacas. Habíamos conseguido aquel diciembre asientos en la última fila. Entre broma y broma decíamos: no vamos a ver ni una goma. Pero para nuestra sorpresa, el teatro estaba tan bien diseñado y tan bien hecho, que el escenario lo teníamos como si hubiéramos comprado boletos en los primeros asientos. Miles de almas se acomodaron. Teatro lleno. Apagón.

Lámparas chinas. Una mujer. Hombres. Baile. Música. Vestidos. Canciones. Danzas. Mesas. Biombos. Paneles. Pantalla. Zapatos de ballet. Telas. Ópera. Luces.
Una mujer está enamorada de un joven. La quieren casar con un hombre viejo. Ella huye, sólo quiere estar con su único amor.
Baila. Lucha. Sufre. Llora. Ama. Vive. Danza. Cae. Vuela. Baila. Danza. Baila.
El pueblo hace apuestas. Hay conveniencias. Se enfrentan.
La perfección de los movimientos y la perfección de los sonidos hacen que el espectáculo sea arrollador. Auténtico. Verdadero. Original. Chino. Único.
Sólo belleza. Armonía. Magia. Fantasía. Artistas. Siglos. Tradición.
Todo tiene sentido. Todo calza. Nada sobra. Nada basta.
Mudos. Silenciosos salimos los dos.
Mudos y silenciosos quedaremos los dos.
Mudos quedaremos saliendo los dos.
Mudos saldremos los dos.
Mudos silenciosos estamos los dos.










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