domingo, 9 de enero de 2011

EL BUEN COMER


Comer en Beijing es un privilegio soñado.
Rectifico: lo primero que llamó mi atención ha sido, y lo será hasta el día en que me vaya, los sabores gloriosos que proporciona la comida China.
El sábado once tuvimos el almuerzo con los compañeros de trabajo de Martín. Me daban la bienvenida (brevemente narrado dentro del post JET LAG). La mesa era la típica de un restaurant chifa peruano: circular con bandeja giratoria en el medio. Empezaron a llegar los platos. Cada uno tomó los palitos pertinentes. Yo agarré los míos, un tanto nerviosa –porque comer sushi no es lo mismo que comer comida china con palitos– y empecé a manipularlos. Sorprendentemente maniobré una y otra vez cada bocado que degustaba. Probé todo, menos los platos con mariscos (soy alérgica a ellos). Estaba tan fascinada que no me cohibí en seguir probando y probando. De hecho en un momento todos dejaron de comer, pero yo seguí picoteando.
Los días pasan y los sabores siguen trayendo a mis sentidos delicias tras delicias.
Siempre he disfrutado comer. Felizmente tengo un marido amante de la buena comida. Es así que todos los días nos aventuramos a las maravillas de la comida china. No es caro comer en Beijing, felizmente también, porque así podemos probar desde un restaurant tipo huarique hasta uno de servilleta de tela.


No pongo los nombres de los platos porque todo está en chino...

Todos los días vamos a un lugar diferente –hay muchísimos, en cada cuadra hay por lo menos 8 lugares de comida–, sólo en nuestra cuadra hay como 10.
Ayer por ejemplo fuimos a uno “de servilleta de tela”, que lo teníamos a dos pasos, exquisito. Devoré como si nunca antes hubiera probado bocado. Disfruto, realmente, la comida china. Lo fascinante es que hay demasiada variedad. Hay comida de todas las regiones y de los países más cercanos (como, Tailandia, Mongolia, India).

 Plato típico de Taiwan

Pero en esta enorme variedad de opciones, debo tener cuidado con mi alergia a los mariscos. Entre el poco chino –para mí es bastante– que sabe Martín y el lenguaje de señas, tenemos que hacernos entender sobre qué queremos y qué no queremos. Felizmente la carta casi siempre viene con fotos para cada plato. Pero eso no es indicador fidedigno. De hecho ayer, en una de las sopas que pedimos, que parecía no tener ningún marisco, terminamos encontrando, entre fideos de arroz, vegetales y bolitas de carne al estilo wan tan, unos cuantos langostinos, calamares y caracoles nadando felices por ahí. Lo bueno es que tengo a mi catador personal, Martín prueba siempre primero el plato. Luego de corroborar la no existencia de estos exquisitos seres marítimos –porque que sea alérgica no quiere decir que antes no los haya disfrutado, recuerdo claramente que me encantaban– paso enseguida a degustar y deglutir la maravillosa comida china.


Como en Perú, casi todo viene acompañado del rico arroz blanco (¡a mí que me gusta tanto!). Y los guisos varían entre lo dulce, lo salado y lo picante. La comida china tiene mucho picante. También están los platos salteados, todos éstos muy diferentes a la tan conocida comida chifa en nuestro país. A pesar de esas diferencias, encuentro también unas cuantas semejanzas, como la del arroz, o la forma de preparar los guisos y la comida salteada, pero indudablemente los sabores son distintos.


Tal vez no se aprecie en la foto, pero el plato es realmente generoso.

En lo que sí nos ganaron es en el plato bien servido. Los peruanos somos conocidos por comer bien y en abundancia, pero los chinos llevan esto al extremo: sus platos son realmente platazos.
Sólo puedo decir que cada día en Beijing es una nueva aventura culinaria, como diría nuestro Gastón.
Continuará…

2 comentarios:

  1. Ya comiste alguna cosa rara de esas que se comen en china?
    buena suerte!

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  2. aún no, espero no tener esa suerte, je!

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