miércoles, 19 de enero de 2011

LA LENGUA


Mis días en Beijing oscilan entre el silencio y la desbordante energía de los chinos por comunicarse.
El silencio, porque la mitad del tiempo la paso sola sin expresar sonido alguno. La otra mitad del tiempo, trato de comunicarme –como puedo– con los amigos chinos y no chinos.
1.- La señora que viaja en moto.
Una chinita regordita muy amable viene a casa a ayudarnos con lo pesado de la labor doméstica. La comunicación entre ambas es magnífica. Ella habla chino y yo español. Hablar con ella es tan fantástico que juntas nos entendemos a la perfección. Puedo comprender qué quiere, qué me propone, qué me pide.
Por otra parte, yo hago todo lo que ella quiere. Para no discutir la complazco en todo. Si quiere seguir usando la lavadora, pues que la use, total, lavar la nada no gasta detergente. Si quiere usar el teléfono de casa, pues que lo use, no importa, el crédito igual se va a gastar.
Después de haber terminado con sus deberes y haber conversado amenamente, parte a retirarse no sin antes llevarse la batería de su moto eléctrica que por supuesto había dejado cargando en el enchufe de casa.


 2.- Conversaciones en el restaurant.
Salir a comer con Valentina (joven italiana) y Yang (jovenzuelo chino) es muy ameno. Entre el italiano, chino e inglés –que no puedo entenderles ni a los chinos ni a los italianos– y mi nativo español, las conversaciones en el restaurant son muy ligeras.
El lunes pasado fuimos a un evento ítalo-chino. Los cuatro sentados en la mesa hablando en inglés rudo, italiano y por momentos en chino, me hacían olvidar mi lengua original.
Es sorprendente la facilidad con la que Martín puede pasar de un idioma a otro. Su italiano e inglés son tan brillantes que va y viene como cuando uno cambia de canal. Su chino avanza con tal rapidez que es sorprendente y su español es en realidad un “castellano perfecto” (palabras de Consuelo).
Mi inglés, carente; italiano, escuchado y casi entendido; chino, nulo. Español, en práctica.
En un momento de la noche me paré para ir al baño. Cuando regresé me encontré con un invitado. De pronto me miró y comentó. No podía creer lo que estaba sucediendo, entendía todo con tal claridad que pensé que Dios me estaba dando la gracia divina del don de LA LENGUA universal. Cuando entré en razón, me di cuenta de que el sujeto me estaba hablando en español. Fue un momento muy singular. Mi cerebro al parecer no pudo hacer ese pase lingüístico inmediato como el que hace Martín con total comodidad.

Ilustres intérpretes

Vivir en un lugar con un idioma tan diferente me hace reflexionar sobre las lenguas adquiridas y aprendidas, y por ahora sólo puedo acotar que las palabras son como música que endulzan al oído, más que un medio de comunicación.

2 comentarios:

  1. ay loquilla, me encanta tu vida chifa... yo quiero conocer algun dia el silencio en chino. Por ahora yo tengo mucho ruido en portugues...
    <Milu

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  2. hilarante, genial, fabuloso!!! la nueva Carrie Bradshaw de Pekin... en sus primeros dias en la ciudad. lo maximo!

    tu hermana (the sweet heart)

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