jueves, 28 de abril de 2011

SUBTERRÁNEO

 
Como su nombre lo dice, subterráneo es el apelativo perfecto para caracterizar a los chinos a la hora de sumergirse en el otro subterráneo: el Subte o el Subway.
Ya he mencionado la amabilidad, tranquilidad y paciencia que tienen estos seres a la hora de enfrentarse a la vida. Por ello cuando uno se dispone a salir, tiene la certeza de que andará seguro por el lugar que sea.
Salvo en esta excepción, este sentir subterráneo se apodera de cada pensamiento, acto, maniobra y talante chino.
Los chinos se transforman en seres odiables, agresivos y maleducados.
En occidente, existe la consigna (al menos en los países civilizados, no es el caso de Perú) de hacer cola o fila, esperar a que se bajen del tren para luego subir, no empujar, PEDIR PERMISO, preguntar si vas a bajar; dar el asiento a mujeres con niños, ancianos, minusválidos, etc.
En Beijing, no existen tales normas de urbanidad.
Subir al subte pekinés (siendo de los más modernos en el mundo) es vivir una experiencia subterránea.
·Te aplastan.
·No piden permiso.
·Si estás parado como primero en la fila (imaginaria), se van a poner incluso más adelante, casi cayéndose a los rieles del tren para subir antes que tú.
·No esperan a que bajes del tren. Al abrirse las puertas turbas de gentes ingresan aplastando a cuanto individuo intente bajar.
·Cuando estás adentro los que bajan no te piden permiso para pasar. Te atropellan con total seguridad.
·Si te quieres sentar (aunque es muy raro encontrar asiento) te van a robar el sitio así vayas descuartizado.
Me ha pasado en repetidas oportunidades que estoy a punto de sentarme, pero a punto, con el culo casi en el asiento y ha venido un señor corriendo y me ha arrebatado el lugar como si fuera el juego de la silla. Por poco y no he quedado sentada encima de varios chinos atolondrados.
Corren, se alocan, se transforman a la hora de viajar en tren.
Recién ahora estoy empezando a comportarme como ellos. Ayer me descubrí corriendo como loca para agarrar un asiento, empujando a todo ser cuanto se aproximaba a él.
Antes luchaba con ese comportamiento. Pedía permiso: Wo xia.
Ahora meto golpe.
Es un sentir subterráneo y una experiencia subterránea viajar en subterráneo.

martes, 19 de abril de 2011

NO SE VA...


La primavera llegó hace tiempo. La gente empieza a reunirse en las calles. A jugar al mahjong. A salir a pasear con los niños. A cantar. A bailar. A hacer música.
Los chinos grandes, los aún tradicionales hacen esto y más.
Los jóvenes han perdido esa originalidad. La globalización los ha atrapado y embelezado.
Algunas imágenes de este mundo chino que no quiere desaparecer.








LOS AUTOS LAS BICIS Y EL PEATÓN


Rojo, ámbar, verde. Cruzar.
Verde, ámbar, rojo. Mirar y cruzar.
No importa el orden, hay que cruzar.
Primero los autos, luego las bicis y luego los de a dodge.
Grábatelo bien en la cabeza.

Premisas claves para movilizarte en una ciudad donde el peatón es el último en cruzar.
Si estás en verde igual tienes que mirar que no te vayan a atropellar, porque el que viene girando de seguro va a doblar.
No hay velocidad. Gracias al Buda que no te aplastarán.
Hasta esto goza de tranquilidad.
Sólo recuerda que al cruzar tendrás que: mirar, arriesgar y lanzar(te).

viernes, 8 de abril de 2011

WO BU MING BAI LE (2)


(No entiendo 2)

Días después hicimos planes para visitar la Ciudad Prohibida. El sol no nos favoreció esta vez. Ya en el camino decidimos que era mejor entrar al Museo Nacional, que está al frente. Al llegar a él no pudimos ingresar. ¿Por qué? No había ninguna razón o motivo sustancial. Sólo nos decían: Mei you. Empezamos a desesperarnos. Les hablábamos en chino, en inglés, pero no había forma de hacernos entender.
En nuestro momento de desesperación llamé por teléfono a Yahui. Le dije que por favor hablara con los de seguridad para que le dieran la razón porque la cual no podíamos ingresar.
Pudo traducirnos lo mismo. Que no había entradas. ¿Cómo entradas? ¿Para un museo hay límite de entradas?
Así es. Nos dimos la vuelta porque veíamos que otras personas sí ingresaban. Preguntamos en diferentes puertas y en todas nos repetían lo mismo: Mei you. Tiramos la toalla.
¿Qué hacemos ahora? El día estaba neblinoso como para entrar a la Ciudad Prohibida.
¡Ah! En la plaza está el mausoleo de Mao. ¡Vamos a verlo!
Cruzamos la pista entusiasmados. Veíamos a mucha gente ingresando. Al llegar a la entrada nos detuvieron. No pueden ingresar. ¿Qué? No pueden ingresar con bolsos. Yo obviamente tenía mi bolso con el celular, la cámara y demás porquerías.
Martín me dijo: Entra tú sola y yo te espero con el bolso. Luego entro yo.
Hicimos eso. Después de caminar un buen tramo (porque en Beijing todo es grande) hasta la entrada del mausoleo, me volvieron a detener. Tenía el celular en la mano para llamar a Martín por cualquier cosa y la cámara en la casaca. Había que pasar por el scanner. Estaba por dejar el celular en los casilleros pero no querían que dejara la cámara con ellos. No había manera de hacerles entender que iba a dejar las dos cosas juntas. No querían que dejara la cámara por ningún motivo. Sólo el celular. Fue una discusión larga (en inglés obviamente). Me sacaron de ahí entre varios.
Salí ofuscada. No pudimos entrar ni al museo ni al mausoleo.
Comunicarse con los chinos es bien complicado. Situaciones como éstas nos rodean cada tanto.
Recordando hace unos meses atrás…
Martín y yo en el banco queriendo cambiar yuanes a dólares para ser enviados vía Moneygram.
Cada uno tenía que cambiar por separado, porque hay un límite por persona.
Luego Martín me daría lo cambiado para que hiciera yo el depósito.
No querían que, bajo ningún motivo, él me diera el dinero.
No querían que la plata que yo tenía más la de él fueran juntadas para hacer el envío.
No había forma de hacerles entender que era un solo envío.
No. No. ¡¡¡Y no!!!!

Con la única china con la que me puedo entender a profundidad es con mi acupunturista. Entre su poco inglés y mi poco chino, más mi diccionario de dibujos, podemos dialogar. ¿Será porque me toma el pulso y sabe hasta lo que estoy pensando? Ahí no hay ningún problema del idioma ni del entendimiento. Ella puede saber qué tengo con sólo tomar mi mano.

jueves, 7 de abril de 2011

WO BU MING BAI LE (1)





(No entiendo 1)

Entablar conversaciones con los chinos es algo complicado. Una misma palabra tiene diferentes significados. Si no la pronuncias correctamente puedes estar diciéndoles alguna obscenidad tranquilamente.
Mi aprendizaje es todavía lento. Digo o pido lo que necesito pero más de eso no puedo.
Igual siempre tengo problemas porque a veces no me entienden o yo a ellos. Aunque con alguna seña finalmente me dejo entender.
A la hora de hacer alguna compra, tengo que repetir en voz alta y en mi mente varias veces y durante unos buenos segundos para descifrar lo escuchado.
Martín habla bastante más que yo pero no sé por qué siempre me deja negociando sola a mí.
Hace unos días decidimos ir por fin a la Muralla China. El clima ya está cambiando. Hace menos frío y hay un poco más de solcito. Queríamos ir como buenos citadinos. No como extranjeros de turismo. Eso nos costó la vida. Nos habían dicho dónde quedaba la estación de buses y cuál debíamos tomar.
La noche previa no pude dormir, estaba muy emocionada. Había dejado todas las cosas listas para salir temprano: galletitas, kekitos (budines para los amigos argentinos), bebidas, caramelos (por si me daba soroche), papitas. Nos levantamos temprano y enrumbamos para la estación.
Empezamos muy orondos haciendo la primera cola. Empezaba a salir el sol. Habíamos preguntado si ése nos llevaba, por supuesto nos habían dicho que sí. Cuando estaba con un pie en el bus, el conductor nos dijo: Bu hao le. No iba.
Demonios. Pero ahí decía 919. No puede ser. Empezamos a preguntar a los que pasaban a lata. Ninguno nos daba razón. Tampoco podíamos entenderla. Nos empezamos a desesperar. Había mucha gente. Cuando digo había mucha gente, es que éramos mucha gente. Ya habíamos hecho unas dos colas más. Mientras uno hacia la fila el otro correteaba para preguntar.
Nos dimos cuenta que eran unas veinte líneas del 919. ¿Cuál debíamos tomar? Todo, obviamente, estaba escrito en caracteres chinos. Seguimos preguntando: ¿Badaling? Dui, respondían. Todos nos decían que sí. Y cuando estábamos por trepar, de pronto nos decían: Bu hao le. Maldición. Empezamos a entrar en histeria. No podía ser que nos dijeran que sí iban para luego decirnos que no.
El último intento lo hicimos separados. Martín fue detrás de un bus y yo del otro. Cada uno hizo su cola. A los dos nos dijeron nuevamente que sí. Nos mirábamos de tanto en tanto para ver cuál tenía éxito. Un gringo me dijo: éste sí va.
Trepada ya en las escaleras empecé a gritar: Éste sí va. ¡Martín éste sí va! Los chinos subían como ráfagas atropellándome mientras seguía gritando.
Terminé de subir para encontrar algún asiento. Encontré dos al fondo. Me apoderé furiosa de ellos. Los chinitos subían agilitos. Martín no venía. Estaba sudando. De pronto apareció.

Continuará…

sábado, 2 de abril de 2011

DON´T KISS ME




Siempre me incomodó tener que besar a gente que no conozco. Sobre todo cuando te encuentras con algún amigo en algún lugar y éste va acompañado de algún otro amigo  que nunca en la vida viste. Y como las normas de cortesía dicen que tienes que saludar con un beso por ende también se lo tienes que zampar al no conocido.
Felizmente esto no pasa acá en la gran China. No tengo que besar a nadie, así sean conocidos, amigos, íntimos, repito: a nadie.
Cuando llegué a Beijing, Martín me esperaba en el aeropuerto con Marco (esposo de Vivian, una de las socias de la pastelería). No lo veía hacía tres meses. Estaba tan feliz y emocionada de verlo que les zampé el beso a los dos. Obviamente, el beso para Marco fue en el cachete. Pero Martín, mientras me ayudaban con las maletas, me dijo al oído: aquí no se dan besos. Me quería morir de la vergüenza, porque había sido un poco efusiva a la hora de saludarlos.
A la mañana siguiente, ya sabía esto, conocería a todos por primera vez. Nos saludamos con la mano, muy amables todos pero entre líneas diciendo: no te acerques más.
Luego la mano desapareció. Tampoco se dan la mano. El saludo simplemente se basa en: Ni Hao. No hay ningún acercamiento. Es fantástico. No tienes que estar besuqueándote con nadie.
Me he acostumbrado rápidamente a este buen hábito.
Con nuestros amigos italianos o cualquier otro extranjero el saludo cambia a dos besos. Demasiado. Si uno me parece innecesario, dos me parecen una pérdida de tiempo, además de que siempre pienso que se pueden rozar las narices entre uno y otro.
Por otro lado, en la calle, veo a las parejas muy afectuosas entre sí. Se llenan de besos y abrazos. Entonces no quiere decir que no sean afectuosos. Lo que no quieren es intercambiar babas porque sí.
A veces, por costumbre, me dan ganas de besuquear a mis amigos chinos pero me contengo para no asustarlos.
Esto de no estar besuqueándote con desconocidos es el ideal al que quisiera llegar. No sé si pueda hacerlo. No sé si mi ciudad me lo permita. En todo caso aprovecharé el tiempo del no beso en esta otra ciudad.

Ya pues, qué me queda...

viernes, 1 de abril de 2011

DEMOLICIÓN


Parece ser y luego no es.
A una cuadra había un mercadito de verduras. Salvación para una ama de casa joven inexperta en la cocina. Un buen día no estaba más.
A dos cuadras había una tienda de productos multiusos. Salvación para una ama de casa joven inexperta en productos de limpieza y arreglos del hogar.
A media cuadra había un restaurant de comida china. Salvación para una ama de casa aprendiz en platos orientales.
Todo esto había y más. Un buen día dejaron de existir.
Todo en China es así. Un día existe un negocio. Al día siguiente sólo hay escombros de él. Y al día siguiente se levanta una nueva pared.
Es impresionante cómo de la noche a la mañana se cierran los negocios pero inmediatamente después se abren otros.
Hoy de camino a la pastelería, en la esquina de casa, veo algo distinto. La esquina era mucho más amplia y se divisaba la otra calle. Se habían bajado toda la pared y había muchos chinitos de naranja dando vueltas por ahí. 


Viernes 1 de abril. Se bajaron la pared.
Sábado 2 de abril. Están plantando arbolitos.











Mi calle anda en constantes cambios. Toda China anda en constantes cambios. Por todos lados se contruyen y abren negocios. La rapidez con la que levantan las paredes es alucinante. Son miles de chinitos en pos de lo mismo.
El otro día escuchaba esto: “Si el chino se lo propone…”
Y sí que es cierto.
Lo único malo de esto es que no puedo confiarme en que a la mañana siguiente voy a  encontrar mi tienda favorita al lado. Como el pequeño mercadito que me sacaba de apuros.
Beijing es una ciudad que crece constantemente. Son millones de chinos con una misma tarea: hacer de su país la primera potencia mundial. Y seguro lo van a lograr. 


Los jóvenes de mi edad tienen diferentes empresas. Manejan mucho dinero. Yo me siento tan pobre al lado de ellos.
No puedo imaginar como será de acá a dos años. Menos aún en veinte. Si ahora me parece monstruoso... no entra en mi cabeza como se verá todo esto con el pasar del tiempo. No sé si lo vea. No sé si pueda volver a este país que es, especialmente para sus propios habitantes: único en el mundo.