jueves, 7 de abril de 2011

WO BU MING BAI LE (1)





(No entiendo 1)

Entablar conversaciones con los chinos es algo complicado. Una misma palabra tiene diferentes significados. Si no la pronuncias correctamente puedes estar diciéndoles alguna obscenidad tranquilamente.
Mi aprendizaje es todavía lento. Digo o pido lo que necesito pero más de eso no puedo.
Igual siempre tengo problemas porque a veces no me entienden o yo a ellos. Aunque con alguna seña finalmente me dejo entender.
A la hora de hacer alguna compra, tengo que repetir en voz alta y en mi mente varias veces y durante unos buenos segundos para descifrar lo escuchado.
Martín habla bastante más que yo pero no sé por qué siempre me deja negociando sola a mí.
Hace unos días decidimos ir por fin a la Muralla China. El clima ya está cambiando. Hace menos frío y hay un poco más de solcito. Queríamos ir como buenos citadinos. No como extranjeros de turismo. Eso nos costó la vida. Nos habían dicho dónde quedaba la estación de buses y cuál debíamos tomar.
La noche previa no pude dormir, estaba muy emocionada. Había dejado todas las cosas listas para salir temprano: galletitas, kekitos (budines para los amigos argentinos), bebidas, caramelos (por si me daba soroche), papitas. Nos levantamos temprano y enrumbamos para la estación.
Empezamos muy orondos haciendo la primera cola. Empezaba a salir el sol. Habíamos preguntado si ése nos llevaba, por supuesto nos habían dicho que sí. Cuando estaba con un pie en el bus, el conductor nos dijo: Bu hao le. No iba.
Demonios. Pero ahí decía 919. No puede ser. Empezamos a preguntar a los que pasaban a lata. Ninguno nos daba razón. Tampoco podíamos entenderla. Nos empezamos a desesperar. Había mucha gente. Cuando digo había mucha gente, es que éramos mucha gente. Ya habíamos hecho unas dos colas más. Mientras uno hacia la fila el otro correteaba para preguntar.
Nos dimos cuenta que eran unas veinte líneas del 919. ¿Cuál debíamos tomar? Todo, obviamente, estaba escrito en caracteres chinos. Seguimos preguntando: ¿Badaling? Dui, respondían. Todos nos decían que sí. Y cuando estábamos por trepar, de pronto nos decían: Bu hao le. Maldición. Empezamos a entrar en histeria. No podía ser que nos dijeran que sí iban para luego decirnos que no.
El último intento lo hicimos separados. Martín fue detrás de un bus y yo del otro. Cada uno hizo su cola. A los dos nos dijeron nuevamente que sí. Nos mirábamos de tanto en tanto para ver cuál tenía éxito. Un gringo me dijo: éste sí va.
Trepada ya en las escaleras empecé a gritar: Éste sí va. ¡Martín éste sí va! Los chinos subían como ráfagas atropellándome mientras seguía gritando.
Terminé de subir para encontrar algún asiento. Encontré dos al fondo. Me apoderé furiosa de ellos. Los chinitos subían agilitos. Martín no venía. Estaba sudando. De pronto apareció.

Continuará…

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